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Murió Carlos Menem, el polémico presidente argentino que intentó controlar la inflación

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February 15, 2021 at 11:05 a.m. EST
Foto de archivo del 28 de octubre de 1997 del entonces presidente de Argentina, Carlos Menem. ( AP Photo/Daniel Muzio, File)

Carlos Menem, quien durante 10 años como el extravagante y polémico presidente de Argentina diseñó una impactante transformación económica, solo para ser culpado de un colapso financiero aún más dramático tras dejar el cargo, falleció el 14 de febrero en una clínica en Buenos Aires. Tenía 90 años.

El presidente argentino, Alberto Fernández, confirmó la noticia del fallecimiento por medio de un comunicado. La causa fue una infección del tracto urinario.

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Menem, quien había estado enfermo durante varios meses, se desempeñó como senador nacional hasta su muerte.

“Hay argentinos que nunca olvidarán lo que hizo Menem por este país”, le dijo una vez el periodista y escritor argentino Horacio Verbitsky a The Washington Post. “Y hay argentinos que jamás perdonarán lo que le hizo Menem a este país”.

En medio de un contexto de hiperinflación y huelgas laborales, Menem, un popular gobernador provincial con tupidas patillas estilo “chuleta”, logró una cómoda victoria en las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989. El presidente saliente, Raúl Alfonsín, entregó el poder cinco meses antes, el 8 de julio de 1989, para darle a Menem una ventaja en la lucha por rescatar a la economía del foso en el que se hallaba.

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“No existe otra manera de decirlo: el país está quebrado, devastado, destruido, arrasado”, dijo Menem en su discurso inaugural. “Sobre estas ruinas, construiremos todos juntos el hogar que nos merecemos”.

Acto seguido, Menem sorprendería a sus seguidores al darle la espalda a la ortodoxia protrabajadores y de fuerte participación gubernamental característica de su Partido Justicialista, un movimiento inspirado por su héroe, el expresidente y líder autoritario Juan Perón. En cambio, Menem buscó desregular la economía, abrir el país a los inversionistas extranjeros, expandir el comercio y pagar la deuda pública.

En lo que Menem describió como una “cirugía sin anestesia”, actuó rápidamente para privatizar empresas estatales, reducir el poder de los sindicatos, recortar los subsidios estatales y despedir a miles de empleados gubernamentales.

Estas políticas fiscalmente conservadoras, respaldadas por el Fondo Monetario Internacional y conocidas como “el Consenso de Washington”, se impondrían luego en gran parte de América Latina en la década de 1990.

Pero la medida clave de Menem, impulsada por su influyente ministro de Economía, Domingo Cavallo, fue vincular de manera legal al peso argentino con el dólar estadounidense en una base de uno a uno, en 1991.

El “plan de convertibilidad” tenía como objetivo estabilizar los precios y restaurar la confianza en la moneda local, tras un periodo en el que la inflación descontrolada había obligado a los supermercados a anunciar los cambios de precios por altavoces ya que los empleados no podían volver a marcar todos los productos lo suficientemente rápido.

Aunque el desempleo aumentó, la inflación anual cayó a valores bajos de un solo dígito. Con los bancos estatales, aerolíneas, compañías petroleras, ferrocarriles y servicios públicos en plataformas de subasta, un estimado de 24,000 millones de dólares en inversión extranjera fluyó hacia el país a principios de la década de 1990. Entre 1991 y 1997, la economía creció 6.1% al año, la tasa más alta en América del Sur. Argentina fue aclamada como un modelo para los países en desarrollo.

Las políticas económicas neoliberales de Menem enfurecieron a los peronistas de izquierda, como se les conoce a los miembros del Partido Justicialista. Pero Menem fue más pragmático que ideólogo.

A pesar de haber sido encarcelado de manera injusta por la junta militar argentina que mandó entre 1976 y 1983, Menem buscó mejorar las relaciones con unas fuerzas armadas que ya había organizado tres rebeliones contra su predecesor.

Es por eso que el 29 de diciembre de 1990 Menem emitió una amnistía general a los líderes de la dictadura militar que libraron una guerra sucia contra personas de izquierda, líderes sindicales y otros opositores políticos en la que entre 9,000 y 30,000 personas fueron asesinadas o desaparecidas.

El expresidente Alfonsín lo calificó como “el día más triste de la historia argentina”. Sin embargo, la amnistía le otorgó a Menem cierta estabilidad y le permitió concentrarse en la economía.

Un entusiasta del libre comercio, Menem ayudó a negociar el Mercado Común del Sur, o Mercosur, una integración aduanera con Uruguay, Paraguay y su rival tradicional, Brasil. Restableció plenamente los lazos diplomáticos con el Reino Unido, cuyas relaciones habían estado suspendidas desde la Guerra de las Malvinas de 1982.

Jugó tenis con el presidente estadounidense George H.W. Bush, desplegó tropas y barcos en la primera Guerra del Golfo Pérsico, y demostró ser un aliado tan fiel de Estados Unidos que uno de sus ministros de Relaciones Exteriores, Guido di Tella, bromeó en una oportunidad diciendo que Argentina estaba buscando tener “relaciones carnales” con Washington.

Para entonces, Menem se había recortado las patillas, había cambiado sus atuendos vistosos por trajes de corte francés y estaba gozando de las ventajas de tener un alto cargo. Cuando una empresa italiana de motocicletas le regaló un Ferrari rojo de 100,000 dólares, Menem rechazó al principio el consejo de devolverlo, y declaró que “¡El Ferrari es mío, mío y mío!” (el auto luego fue vendido en una subasta pública).

Menem también disfrutó de su reputación de “Valentino del Cono Sur”. Expulsó a su primera esposa, Zulema Yoma, del palacio presidencial y luego se casó con Cecilia Bolocco, una celebridad de la televisión chilena y ex Miss Universo, quien era 35 años menor que él. Coqueteó públicamente con actrices y bailarinas de la danza del vientre, bailó tango en la televisión y fantaseó en voz alta sobre establecer un gabinete presidencial casi exclusivamente femenino.

Aprovechando una ola de popularidad y peticiones de que permaneciera en el cargo, Menem llegó a un acuerdo con el partido opositor Unión Cívica Radical en 1993 para cambiar la Constitución y permitir que los presidentes en funciones pudieran postularse para un periodo adicional. En 1995 ganó la reelección con facilidad.

Durante su segundo mandato, Menem pareció perder su toque. Fue ampliamente percibido como alguien que se hacía la vista gorda con la corrupción gubernamental, en especial la malversación de fondos en torno a las ventas lucrativas de las empresas estatales. Llenó la Corte Suprema del país con aliados, adoptó un estilo de gobierno más autoritario e intentó sin éxito lograr otro cambio constitucional para poder optar a un tercer mandato consecutivo.

Además, su gestión de la economía —que había sido su gran fortaleza— se vio cuestionada en medio de una serie de conmociones externas.

Primero vinieron las crisis financieras de México y Rusia. Luego, Brasil devaluó su moneda en 1999 y los inversionistas en Argentina se dieron cuenta de que sus dólares rendían más en ese país vecino. La inversión extranjera comenzó a agotarse, las exportaciones se desplomaron y la economía de Argentina se hundió en la recesión.

A pesar de todo esto, Menem se negó a eliminar la paridad del uno a uno del peso con el dólar estadounidense, a pesar de que la tasa de cambio ya no estaba sincronizada con las condiciones económicas imperantes. Esa política dejó a su gobierno con pocas herramientas para responder.

Para darle un empujón a la economía, el gobierno de Menem recurrió a un amplio endeudamiento, pero eso disparó las tasas de interés internas y obligó a muchas empresas a cerrar. Durante todo ese tiempo, los bancos de inversión de Wall Street y las agencias de calificación crediticia no dejaron de proporcionar informes positivos sobre Argentina.

Menem dejó la presidencia en diciembre de 1999. Dos años después, Argentina cayó en default con una deuda pública de 155,000 millones de dólares, el mayor default de ese tipo por cualquier país en la historia. En medio de disturbios, quiebras bancarias y despidos masivos que elevaron la tasa de pobreza a 58% y provocaron un brote de delincuencia, muchos analistas le atribuyeron gran parte de la culpa a Menem.

“Lo razonable hubiera sido que Menem comenzara a implementar cambios. Así que en ese sentido, fue absolutamente responsable del colapso”, dijo Ariel Armony, un argentino que se desempeña como director de programas internacionales y director del Centro Universitario de Estudios Internacionales de la Universidad de Pittsburgh.

Carlos Saúl Menem nació el 2 de julio de 1930 en Anillaco, una localidad de la pobre y poca poblada provincia noroccidental de La Rioja. Sus padres eran inmigrantes sirios. Su padre logró adquirir una tienda y varios viñedos y envió a sus cuatro hijos a la universidad.

Musulmán suní de nacimiento, Carlos Menem se convirtió en su juventud al catolicismo. Obtuvo un título de derecho en 1958 en la Universidad Nacional de Córdoba, se unió al Partido Justicialista de Perón y fue elegido gobernador de La Rioja en 1973.

En 1976 un grupo de militares derrocó el gobierno de Isabel Martínez de Perón, quien había reemplazado a su esposo Juan Perón en la presidencia tras su muerte en 1974. La nueva junta destituyó a todos los gobernadores elegidos de la nación y comenzó a arrestar a los peronistas, entre ellos Menem, quien pasó los siguientes cinco años en prisión.

Esa experiencia “fortaleció su carácter y determinación”, le dijo Eduardo Menem, hermano de Carlos, a Los Angeles Times en 1991. “Cuando lo visitaba, siempre me decía: ‘Cuando salga de aquí me convertiré en presidente’”.

Después del restablecimiento de la democracia, en 1983, Menem fue reelegido gobernador de la provincia de La Rioja y ganó un tercer mandato en 1987. Basando su campaña en el hecho ser una especie de foráneo exitoso que estaba en contacto con la gente olvidada del interior de Argentina, Menem derrotó a un político más establecido en las primarias y ganó la candidatura presidencial del Partido Justicialista en 1988.

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Cuando Menem terminó su presidencia fue perseguido por investigaciones sobre abuso oficial y algunas de sus decisiones clave fueron revocadas.

En 2005, la Corte Suprema de Argentina dictaminó que la amnistía declarada por Menem para proteger a los oficiales militares había sido inconstitucional. Jorge Videla y otros líderes de la junta militar que mandó entre 1976 y 1983 fueron posteriormente condenados por crímenes de lesa humanidad y encarcelados.

En 2013, Menem fue sentenciado a siete años de prisión por su participación en un plan para contrabandear armas argentinas a Ecuador y Croacia a principios de la década de 1990, en un momento en la que esos países estaban bajo un embargo internacional de armas. Dos años después, Menem recibió una sentencia de cuatro años por malversación de fondos públicos durante su presidencia. Sin embargo siguió en libertad porque para ese entonces había sido elegido senador de la provincia de La Rioja, cargo que le otorgaba inmunidad parlamentaria.

Otra mancha en el expediente de Menem fue su mal manejo en la investigación gubernamental de la explosión en 1994 de un centro comunitario judío en Buenos Aires, que dejó un saldo de 85 muertos y más de 300 heridos. Fue el acto de terrorismo más letal en la historia del país, pero el crimen nunca fue resuelto.

Hasta el final de su vida, Menem le dio material a las revistas de chismes y farándula. A los 73 años tuvo un hijo con Bolocco antes de que se divorciaran en 2009. Un hijo que tuvo con su primera esposa, Carlos Menem Jr., murió en un accidente de helicóptero en 1995.

Menem se lanzó una vez más a la presidencia en 2003, pero cuando las encuestas predijeron que se dirigía a una derrota aplastante en la segunda vuelta presidencial, decidió renunciar a su candidatura.

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